La noticia de que Colombia se prepara para legalizar la venta de cannabis medicinal marca un nuevo capítulo en una historia que lleva más de medio siglo gestándose. Para algunos, se trata simplemente de un paso más dentro del proceso regulatorio global; para otros, es la oportunidad de reconectar con una herencia agrícola y cultural que ha sido invisibilizada durante décadas.
Carlos E. Vives
Director Genético y Co-Fundador de Black Tuna Co
Como colombiano y como parte de una generación que ha crecido escuchando las historias del Santa Marta Gold, no puedo ver esta noticia sin pensar en lo que significa realmente para nuestro país: una chance de honrar el pasado, construir un presente más justo y proyectar un futuro en el que el cannabis deje de ser tabú y se convierta en motor de desarrollo.
Una historia que no comienza hoy
En los años 70, mucho antes de que se hablara de “cannabis medicinal” en conferencias internacionales o en los pasillos de las farmacéuticas, Colombia ya estaba en el mapa global. En las montañas de la Sierra Nevada, miles de campesinos cultivaban lo que luego sería conocido como Colombian Gold. Esta genética legendaria no solo puso al país en los radares de los consumidores de todo el mundo, sino que también se convirtió en un símbolo de calidad, resistencia y adaptación a un entorno único.
Ese legado, sin embargo, fue arrastrado a la clandestinidad por la llamada “guerra contra las drogas”. Lo que para muchos era un patrimonio agrícola, cultural y espiritual, terminó criminalizado, mientras las comunidades campesinas quedaban atrapadas entre la persecución estatal y el narcotráfico.
Hoy, cuando hablamos de legalizar la venta de cannabis medicinal, no podemos olvidar que esta planta lleva décadas siendo parte de nuestra identidad. No se trata de “introducir” algo nuevo en Colombia: se trata de reconocer oficialmente lo que siempre ha estado aquí.
Cannabis medicinal: más que un mercado
La legalización de la venta de cannabis medicinal tiene un impacto evidente en el plano de la salud pública: miles de pacientes que antes recurrían a vías informales podrán acceder a tratamientos regulados, de calidad y con acompañamiento médico.
Pero reducir este debate a una cuestión médica sería limitarlo demasiado. El cannabis medicinal es también una oportunidad para transformar realidades sociales. Pensemos en los pequeños agricultores que, por generaciones, han cultivado en la Sierra Nevada, en el Cauca o en Putumayo. Para ellos, la legalización puede significar salir de la sombra y acceder a mercados formales. Puede significar educación, infraestructura y mejores condiciones de vida.
El riesgo, sin embargo, es evidente: que la regulación se diseñe únicamente para grandes corporaciones, dejando por fuera a quienes han sostenido este cultivo con sus manos y su memoria. Si Colombia quiere ser ejemplo para el mundo, debe garantizar que la inclusión social sea parte esencial de este proceso.

La economía verde de Colombia
En un país históricamente dependiente del café, el petróleo o el carbón, el cannabis representa un nuevo motor económico con un potencial inmenso. No solo por la venta interna de cannabis medicinal, sino por la posibilidad de exportación hacia mercados en Europa, Norteamérica y Asia.
Colombia tiene ventajas únicas:
- Clima privilegiado, que permite múltiples cosechas al año.
- Suelos fértiles y diversidad genética reconocida a nivel mundial.
- Costos de producción competitivos frente a otros países productores.
El reto está en que esta riqueza no se concentre en pocas manos. Una economía verde no puede nacer sobre bases desiguales. Necesitamos leyes que fomenten cooperativas, asociaciones de campesinos y proyectos comunitarios que realmente distribuyan los beneficios.
Un patrimonio genético que debemos proteger
Uno de los puntos menos discutidos, pero más críticos, es la protección del patrimonio genético colombiano. En el mundo del cannabis, las genéticas son la materia prima esencial. Y Colombia, desde los años 70, es considerada una cuna de variedades icónicas.
La legalización de la venta de cannabis medicinal debería ir de la mano con políticas claras para registrar, proteger y valorizar nuestras genéticas criollas. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de que sean apropiadas por empresas extranjeras bajo patentes, como ya ha ocurrido con otras especies vegetales en América Latina.
El cannabis colombiano debe ser reconocido como lo que es: un patrimonio biocultural que pertenece al país y a sus comunidades.

El reto cultural: del estigma al orgullo
Más allá de la economía y la salud, la legalización es también un desafío cultural. Durante décadas, el cannabis fue presentado como un enemigo, un símbolo de marginalidad. Ese estigma aún pesa, incluso cuando hablamos de “cannabis medicinal”.
Cambiar esa percepción es fundamental. Colombia no puede avanzar hacia un futuro de cannabis legal si todavía carga con prejuicios heredados de la guerra contra las drogas. La clave está en la educación, en mostrar que la planta puede ser medicina, puede ser industria, pero sobre todo puede ser un puente hacia la reconciliación con nuestra historia.
El futuro: Never Stop Growing
Colombia está en un momento decisivo. La noticia de la legalización de la venta de cannabis medicinal no es el final del camino, sino apenas el inicio. Lo que hagamos hoy definirá si este mercado se convierte en un modelo de inclusión, sostenibilidad y orgullo nacional, o si termina repitiendo los errores de concentración y exclusión que hemos visto en otros sectores.
El cannabis colombiano merece algo mejor: un futuro en el que las comunidades (Trabajadores De Campo) que llevan cultivando sean protagonistas, en el que nuestra genética esté protegida y en el que podamos mostrarnos al mundo no solo como productores, sino como guardianes de un legado cultural y natural único.
El mensaje es claro: Never Stop Growing, pero debemos hacerlo con raíces firmes en nuestra historia.
Carlos E. Vives
Director Genético Black Tuna Co.
Co-Fundador Black Tuna Co.
Santa Marta, Colombia
TWITTER EN VOLÁ
La Aduana Regional Metropolitana interceptó un cargamento de 28 kilos de MDMA ocultos en un cuadro de Bernardo O’Higgins, proveniente de #Bélgica. 🇧🇪
— En Volá (@en_vola) March 10, 2025
El hallazgo se logró gracias al olfato de los perros detectores, que alertaron a los funcionarios durante la inspección. 🦮 pic.twitter.com/JdcxSMGQ45