En los últimos años ha crecido el interés por los cannabinoides sintéticos y semisintéticos, compuestos creados en laboratorios para imitar los efectos del THC u otros cannabinoides naturales. A diferencia del cannabis que nace de la tierra, estas sustancias se fabrican artificialmente a partir de procesos químicos complejos, muchas veces con el objetivo de evadir regulaciones. Uno de los ejemplos más conocidos fue el Spice o K2, que se vendió legalmente en algunos países como una supuesta alternativa al cannabis, pero cuyos efectos resultaron ser mucho más intensos y peligrosos.
Estas sustancias, conocidas como “marihuana sintética”, no son marihuana. Se trata de mezclas químicas que activan con fuerza los receptores cannabinoides del cerebro, generando efectos psicoactivos mucho más agresivos que los del cannabis natural. Entre los compuestos más conocidos están el JWH-018, el HU-210 y el CP-55940, que fueron creados originalmente con fines científicos, pero terminaron en mercados ilegales y sin control. Su consumo se ha relacionado con efectos adversos severos, como paranoia, vómitos, convulsiones, psicosis e incluso hospitalizaciones.
Además de estas sustancias ilegales, también han surgido compuestos semisintéticos como el HHC (hexahidrocannabinol), obtenido al modificar químicamente el CBD del cáñamo. Si bien se promociona como una opción más estable frente al calor y la oxidación, su seguridad no está garantizada, y su estatus legal varía entre países. El problema radica en que muchas de estas sustancias se producen en laboratorios clandestinos, sin controles de calidad ni estudios clínicos que respalden su seguridad.
Lo más preocupante es que estos cannabinoides sintéticos pueden interactuar de forma impredecible. Al no haber una regulación clara ni estándares de producción, un mismo producto puede tener concentraciones variables e incluso mezclas peligrosas. Esto ha generado alertas en varios países por sus riesgos para la salud pública, especialmente entre jóvenes que buscan alternativas más baratas o legales al cannabis tradicional, sin conocer realmente lo que están consumiendo.
El cannabis sintético no es una versión “mejorada” ni “más moderna” de la marihuana natural. Es un conjunto de compuestos inestables, más potentes, y muchas veces más dañinos. Si bien la ciencia puede eventualmente utilizar estos procesos para crear medicamentos específicos, su uso recreativo en contextos no regulados representa un riesgo importante. En un contexto donde las leyes aún castigan el cannabis natural, estas alternativas terminan siendo más peligrosas que aquello que intentan reemplazar.
TWITTER EN VOLÁ
ESE MIEDO INEXPUGNABLE
— En Volá (@en_vola) March 20, 2025
a limpiarse la cara con la misma parte de la toalla con la que te limpiaste el culo.