Desde octubre del 2018, Canadá es uno de los países donde el uso recreativo de la marihuana es legal, pero el optimismo que se propagó inicialmente entre vendedores y consumidores, se ha ido desvaneciendo en los últimos años.

Javiera Carrillo
Redactora
Se suponía que con la nueva industria llegaría también el dinero, pero el modelo propuesto por el gobierno canadiense ya evidencia deficiencias que han implicado nulas ganancias para las grandes empresas productoras de cannabis. La industria creció de tal manera que el mercado no pudo consumir todo lo producido durante este “boom”.
Los meses previos a la legalización, todo pintaba bien para la industria de la marihuana. Se promocionaba a las empresas como pioneras en este rubro y los inversionistas veían en este mercado la posibilidad de generar grandes ganancias en poco tiempo.
La lógica que gobernó la industria antes de la legalización tendía a asumir que toda la marihuana que una empresa pudiera cosechar finalmente se vendería, sin pensar en cómo y cuánta cannabis consumía la población, o en el conocimiento necesario para que el cultivo de esta planta sea igual de exitoso que otras producciones agrícolas.
Las acciones de cannabis se estaban volviendo locas. En el transcurso del 2017, los valores de las acciones de tres de las empresas más grandes aumentaron cada una en más del 200%. Según MJBizDaily, el índice canadiense de marihuana había aumentado un 117% sólo en diciembre de ese año. Los inversores estaban ganando dinero rápidamente por lo que el problema no se veía venir, al menos del punto de vista de los inversionistas. Para ellos, cannabis crecido era cannabis vendido.
"Los inversores de cannabis pidieron una gran escala de producción cuando deberían haber pedido una buena escala de ventas", dice John Fowler, ex director ejecutivo de The Supreme Cannabis Company, uno de los productores que había generado este entusiasmo de inversión en un principio.
El resultado de esto fue una carrera de producción: más inversión significaba nuevas instalaciones, lo que significaba más producción, por ende más inversión y más dinero destinado a la producción. Así se generó un loop de creciente producción que aún continúa.
Las historias de canadienses que se enriquecían con marihuana avivaron aún más las llamas: la inversión se planteó como una oportunidad de alto riesgo y gran recompensa.
A fines de 2019, la oferta abundaba. Los productores comenzaron a producir cada vez más cannabis, esforzándose por superar a la competencia, reducir los costos de producción e inundar el mercado con productos de marihuana, sin importar la demanda de estos.
Al 2021, gran parte de este panorama se ha esfumado. Durante octubre del 2020 pasado, después del cultivo de ese año, había alrededor de 1,1 mil millones de gramos de cannabis cosechado o procesado, del cual el 95% no ha sido comprado por minoristas o mayoristas, y en teoría, gran parte de éste no se puede vender debido al exceso de oferta y grandes pérdidas en producción. Dicho de otro modo, hay más marihuana en el país de la que se puede vender.
Entre un 20% y 30% de la producción de cannabis no cumplía con estándares para ser vendida, sin embargo, sí se encontraban en los flujos de las multimillonarias empresas productoras. La inversión inicial, que suponía aumentar la producción, no tomó en cuenta la dificultad que significaba pasar de pequeños cultivos a masivos invernaderos. Mary Durocher, presidente de Fox D Consulting en Ontario, explica que los niveles de destrucción indican una sobreproducción de cannabis de mala calidad, y una falta de diversidad de variedades en el mercado.
Desde 2018, se han eliminado casi 450 millones de gramos de cannabis, según un informe de MJBizDaily. Casi 280 millones de gramos de eso fueron del 2020, lo que representa casi el 20% de la producción de ese año. A esto se suman casi 3.8 millones de paquetes terminados de flores secas, 1.5 millones de paquetes de extractos y más de 700,000 comestibles empaquetados.
Una de las posibles soluciones es regular las producciones con permisos que busquen suministrar las demandas locales y así ir produciendo sólo lo necesario, sin dejar márgenes para pérdidas. Esto bajo la lógica de que estos productores locales, los cuales ya lograban satisfacer la demanda de cannabis ilegal, podrían satisfacer también la demanda legal sin tener que inventar complejos sistemas de producción industrializado, produciendo cannabis a baja escala pero de alta calidad.
Esto es especialmente relevante para los pacientes medicinales de cannabis, quienes en los últimos años, posterior a la legalización , han visto un encarecimiento en los productos legales de cannabis en comparación a la venta ilegal, llegando a pagar hasta un 30% más de lo que pagaban cuando el cannabis era ilegal.
La solución de este problema está en curso. La industria de la marihuana recreativa es algo nuevo, por lo que es esperable un escenario de prueba y error. El caso de Canadá muestra la necesidad de pensar y repensar los modos de producción, el mercado y las necesidades de la población.
Ante la posibilidad de que cada vez más países se abran al uso, producción y venta de cannabis recreativo, es interesante observar con detención experiencias como las de Canadá, para que así, cuando sea el caso, legisladores y productores puedan tomar una decisión informada teniendo en cuenta qué puede ocurrir, y qué se espera o se quiere que ocurra.
Repite el último capítulo de Mañanero, y observa la conversación de Simón Espinosa y la Profe Pau, al respecto de este tema.