Preguntas como "¿qué país queremos ser?" o "¿cómo queremos organizarnos?" serán de una u otra forma formuladas en el proceso constituyente?

Juan Morel
Editor General de En Volá
¿Quién y bajo qué criterios decidirá nuestro futuro común? En parte, eso votamos este fin de semana. Preguntas como qué país somos o queremos ser, hacia dónde queremos ir, cómo queremos organizarnos, serán de una u otra forma formuladas en el proceso constituyente. Sí, pueden parecer preguntas adolescentes, pero son también preguntas que hay que volver a hacerse cuando aquello que se creía seguro e irrefutable se desvanece, y despertamos como de una alucinación en que creíamos ser oasis o felino y no éramos más que la última actualización de los problemas de siempre.
Sabemos que votar no solucionará todos los problemas del mundo, como tampoco lo hará el hecho de que ya nunca volvimos a ir al súper sin nuestra bolsa de género (o lo hicimos y nuestros yogures sufrieron las consecuencias). Pero eso no quita la posibilidad de que sí se pueda cambiar algo. ¿Cómo nos enfrentaremos a problemas que aún no sabemos cuáles serán o cómo intentaremos hacerle frente a los problemas que ya hemos identificado?
Como comunidad, es decir, un grupo de personas con un interés y un pasado común, tenemos que pensar de alguna forma en este proceso. Toda comunidad debiese hacerlo, y esperamos que este proceso, así como el Chile que salga renovado de todo esto, sea un organismo que escuche a cada comunidad, sus problemáticas, sus necesidades, sus propuestas.
La comunidad cannábica también se planteará algunas dudas: ¿hacia dónde apuntará la legalización? ¿Al sálvese quién pueda, al ráscate con tus propias uñas, a que los que ahora acumulan todo encuentren en la legalización de una planta una nueva forma de acumulación, de monocultivo, de uso desprotegido, desmedido y descriteriado de la tierra? ¿O existen otras formas para seguir haciendo algo que ya se hace, pero ahora en público, legalmente, cultivando en común y asumiendo los problemas de salud asociados al consumo como eso, un problema de salud pública?
Tampoco creemos que crecerá la hierba en el Parque Forestal o en Parque O’Higgins, y que correremos desnudos y volados por las calles abiertas que soñaría fotografiar Tunick, ahora con un clima más cálido y menos desinhibido. No. Pero sí pensar que si queremos cambiar el marco de nuestras relaciones, de nuestros proyectos y de nuestras empresas, cualquier actividad puede caber en ese marco que quiere volver a pensarse. ¿Derechos individuales como derechos del consumidor? ¿O derechos conscientes de un pacto social que todos respetemos, que se haga cargo de los hechos y los deshechos, que asuma que aquello a lo que se da derecho es una actividad humana que existe y que, como tal, debemos pensar cómo la regularemos?
La constitución es eso. Pensar cómo nos regularemos. Quiénes tendrán el poder o cómo intentaremos, al menos, redistribuirlo, para que no sigan impunes los delitos que en las últimas décadas se normalizaron casi hasta legalizarse, y no priven de libertad a los que deciden plantar y fumar sin afectar a nadie más que a sí mismos (no todos los productos del mall pueden decir lo mismo) o a los que protestan, precisamente, para que todo esto cambie.
Por eso votaremos este fin de semana.