Nunca imaginé que una ciudad como Viena, con su aire imperial y su historia de valses y de batallas militares y diplomáticas, se convertiría en el escenario donde intentaría explicar, con palabras sencillas, algo tan complejo como la regulación del cannabis. Estar frente a la Comisión de Estupefacientes de la ONU, es una experiencia curiosa. No porque crea que mi presencia cambiará radicalmente el rumbo de la política internacional sobre drogas, sino porque, al menos por un rato, hay gente escuchando.
Sabemos que la historia de la prohibición no se escribió con argumentos científicos, sino con miedos, prejuicios y, muchas veces, intereses económicos. Décadas de desinformación han convertido una planta en un tabú, mientras el alcohol y el tabaco pasean impunes por los pasillos de la legalidad, jurándose los mejores de todas las drogas. En Volá nació precisamente para eso: para abrir un espacio donde podamos hablar sin vergüenza, sin extremismos, sin dogmas, sobre cannabis.
En el panel, titulado Emerging Challenges in Drug Use and Policy: Community Health Approaches, expongo lo que hemos aprendido en estos años de divulgación. Jamás diré que el cannabis es una panacea medicinal o económica, porque no lo es. Pero en países donde se ha regulado con inteligencia, el mercado negro se ha debilitado, la calidad de los productos ha mejorado y, lo más importante, se ha reducido el daño y el riesgo de los millones de consumidores y pacientes.
¿Alguna estas palabras cambiarán la postura de algún delegado de una potencia mundial? Probablemente no. Las decisiones aquí no se toman en base a discursos inspiradores, y yo no entiendo nada de cómo se cocinan las leyes mundiales. Pero si me escucha un solo par de orejas bien dispuestas, el viaje habrá valido la pena.
Porque así funcionan los cambios: primero incomodan, después generan conversación y, con suerte, terminan transformando algo. Lo que hoy parece imposible, en unos años puede ser evidente. Después de todo, hace no tanto, pensábamos que el Universo giraba alrededor de la Tierra, que las mujeres que sabían matemáticas había que quemarlas, cosas que hoy nos darían vergüenza. Confío que prohibir una planta sea algo que, en un futuro cercano, nos dé vergüenza.
Así que aquí estamos, camino a Viena, a una sala llena de trajes formales. A buscar una oreja que quiera escuchar.
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Discurso para la Comisión de Estupefacientes de la ONU
Orador: Simón Representante de En Volá
Muchas gracias presidente y miembros de la Comisión. Mi nombre es Simón Espinosa, desde el Instituto RIA y el Medio de comunicación En Volá.
Hoy nos reunimos en un momento crucial para la política internacional de drogas.
Durante décadas, la criminalización del cannabis ha representado una barrera para el desarrollo de los países. Lejos de erradicar el consumo, la prohibición ha fomentado mercados irregulares y ha llevado a la encarcelación injustificada de muchísimas personas, simplemente por consumir cannabis.
Al mismo tiempo, esta prohibición ha obstaculizado la investigación científica y el estudio de los usos terapéuticos del cannabis. Esto impide también guiar de manera correcta el diseño de políticas públicas.
Con dificultad y persistencia, algunos países, han comenzado a explorar vías alternativas para la regulación del cannabis.
Dejando de verla desde una óptica puramente criminal, para dar pie a una perspectiva más compleja, que la entiende no sólo como una sustancia perniciosa para la salud, sino también una sustancia capaz de traer muchos beneficios a nuestras comunidades.
Pero esos esfuerzos son aún minoritarios. Para la gran mayoría de las personas, consumir cannabis sigue siendo un peligro que va mucho más allá del potencial daño a la salud. Es un riesgo a ser violentados, criminalizados, detenidos, separados de sus familias y privados de libertad.
Si en los grandes consensos internacionales aquí, en Naciones Unidas, no hay avances en la fiscalización que entreguen herramientas globales que protejan a las personas, los esfuerzos específicos y aislados no serán suficientes y quedarán desconectados del resto del Mundo.
Por eso, desde la sociedad civil, los invitamos a considerar no solo la necesidad de regular, sino la urgencia de hacerlo con un enfoque de salud, equidad y ciencia. La prohibición ha fracasado. La educación y la regulación responsable son el futuro.
Muchas gracias.