Cultura
El gobierno decidió implementar el narcotest como una medida disuasiva para conductores que consuman drogas durante la conducción. Sin embargo, la manera en que este tipo de políticas públicas se han implementado vuelve a poner a los consumidores en la mira.
Álvaro Riquelme
Sociólogo
Analista de Datos En Volá, Consumo y Prevención
Sin lugar a dudas es necesario monitorear y sancionar la conducción bajo los efectos de las drogas, ya que alteran nuestra percepción y ponen en riesgo al resto de las personas. En esto no hay ninguna discusión. El problema está en que el espíritu de esta normativa se ve opacado por el modo como se ha implementado. Pero es algo que Chile llevaba tiempo sin hacer, con excepción del alcohol, y considerando el modo en que la sociedad chilena consume drogas, es muy necesario.
La normativa en ningún minuto piensa en los ciudadanos, sino que se dispone como un estandarte de guerra contra las drogas, esto poco ayuda al gobierno para transmitir un mensaje de responsabilidad. Por el contrario, lo que hace es producir miedo en los consumidores de drogas, pensando que así dejarán de consumir, pero solo les genera ansiedad y los fuerza a mirar con suspicacia todo accionar del gobierno.
Ansiedad como la que notamos en muchos consumidores tras el anuncio de SENDA, quienes preguntaban por redes los tiempos y cantidad de droga para obtener positivo, umbrales que hasta el día de hoy no quedan claros. Al menos no se ha entregado a la población la información para tener pleno conocimiento de si se está o no cometiendo una infracción, por lo que la única forma de mantener un consumo responsable es evitar conducir las siguientes 24 horas después de consumir. Esto parece exagerado considerando que los efectos del cannabis no suelen durar más de 3 o 4 horas.
Llama la atención que ni siquiera se sepan los puntos de corte para los exámenes de sangre, ya que es el testeo confirmatorio de estar manejando bajo los efectos de estupefacientes y conlleva penas gravísimas. Si solamente la presencia de THC en la sangre basta para perder la posibilidad de conducir, este test se transforma en una caza de brujas, ya que sabemos que el THC se puede mantener en esos niveles en consumidores diarios (sobre 1ng/ml de sangre) bastante tiempo después de haber consumido.
Si esa misma forma de operar sin un punto de corte claro se aplicara al control sobre el alcohol, los resultados serían desastrosos. Por eso existe una consideración por parte de la ley con los consumidores, buscando proteger el sentido común: prevenir los efectos adversos de conducir bajo los efectos del alcohol, pero considerando el margen de error de la medición para posibles consumidores -habituales o no- que podrían marcar positivo sin estar presentando al momento de conducir los efectos negativos que lo volverían incompetente para manejar. De esta manera se previene un problema, sin criminalizar a los consumidores.
En esa línea, una publicación en conjunto entre European Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction y el Canadian Centre on Substance Use and Addiction (2018) sobre los efectos de políticas públicas referentes al consumo de cannabis y la conducción muestra que el punto de corte en los exámenes de sangre afecta el porcentaje de individuos que darán positivo una vez detectados por el test de saliva.
Es por esta razón que muchos países que aplican un test de drogas similar mantienen diferentes puntos de corte. En países como Holanda y Noruega, se diferencia la gravedad de la multa dependiendo de la concentración en la sangre o la presencia de otras drogas. Así, en Holanda se pena niveles sobre 1 ng/ml sangre si se encuentran otras drogas o sobre 3 ng/ml sangre si no se encuentran otras drogas. En Noruega se establecieron niveles de sanción: sobre 1.3 ng/ml en la sangre es penado, lo que aumenta si se detecta sobre 3 y luego sobre 9 ng/ml de sangre.
Por eso cuando Carlos Charme, Director de SENDA, dice: “Lo importante es que si ya tomaste la mala decisión de consumir drogas, no manejes”, sus palabras expresan desdén hacia los consumidores, como si ser consumidor implicara algún tipo de culpabilidad. Nuevamente el gobierno legisla mediante políticas que dicen ir con la tendencia del mundo -como es el plan “Planet Youth” - pero que se implementan con una visión moral y criminalizadora del consumidor.